14 de Septiembre

Ahora que la observo de reojo diría que se ve calmada, frágil - no exactamente eso, más bien detenida, silenciosa, un paisaje intrépido y misteriosamente bien combinado– algo avergonzada tal vez, de su sabiduría… Entonces me doy cuenta de lo mucho que se ríe de nosotros. Pues sí, es que nadie maneja de esa manera las apariencias, dejarte creer que la venciste, te imaginas algo como… no sé, en este momento pienso en un luchador, muy connotado, acostumbrado al halago sencillo, espontáneo… un hombre muy afamado, mucho más que tú mismo. Este hombre, perdido entre la admiración que causa, pero atento en vuestra lucha, porque están luchando, dice a último minuto que le has ganado… lo tienes cogido por todas partes. No sabe, no tiene idea como justo en ese, en este instante, lograste controlar las circunstancias. O quizás- también es una opción, te diré - dejaste que las controlara ella (perdona si me desvié y te confunde en demasía la persona gramatical) y le torciste el brazo. Escuchas música que te distrae apenas, aunque sabes que no la oyes realmente, solo te está ayudando a expeler ahogadamente y con rabia, una serie de ideas inconexas, una verborrea extraña (repito esa palabra porque alguien me dijo que era muy propia, es alguien que no conoces bien, pero lo has visto andando por Providencia me imagino, sin reconocerle) que succiona la vida de tus oídos, el cerebro, no sé. En fin, volviendo al luchador, cuando ya sientes que eso es todo, que has terminado, ella (él, en la metáfora) se ríe, no, que digo, sonríe… Es solo un segundo, un momento que no dura porque está fuera de toda métrica, un instante irrepetible en el que logras ver como ella, la vida, antes de doblar la cabeza y mostrarte su cabellera oscura, apenas unos atómicos momentos antes, ella se sonríe a sí misma y está satisfecha. ¿Cómo? ¿Cómo es posible que el luchador, un cuasi omnipotente vencedor que volviste ser humano, cómo es posible que sonría en su desgracia? Esto es porque en realidad no ha perdido, no la has subyugado ni hundido, mucho menos humanizado. La vida SIEMPRE gana, y su forma de destruir no es quitándote la felicidad, (porque todo esto partió porque yo, imaginemos que tú, estoy muy feliz) eso sería tan evidente como inútil, sino que te derrota volatilizando todo, apurando a sus hijos El Tiempo y La Certeza, así se asegura de que recuerdes y veas en esa sonrisa, que se dedica a sí misma, que tus horas están contadas. Y la felicidad se irá detrás del tiempo, no porque la vida te la quite, sino porque está hecha para desaparecer. Sé que estás pensando; eso es lo hermoso… pero en realidad no lo es tanto, si no me crees, detente un segundo a mirarme e intenta olvidar que me voy a ir prontísimo, tan rápido como llegué. No vas a poder, y así la vida te sonríe, se sonríe a sí misma, a través mío.

29 Septiembre

Ahora me parece absurdo lo que escribí. ¿Será que la felicidad es tan real como las sílfides? Digo- e imagino- una especie de ninfa, esa estructura espigada y deliriosa, dos ojos como avellanas y los cabellos cayendo en picada, un augurio de la felicidad. La visión, esa nimia advertencia, se torna en una señal de alerta, el aviso de que el placer no es más duradero que lo que sugiere su pronunciación - desafío a llamar a la felicidad o al goce en voz alta, y respirar entremedio dos amaneceres en Indonesia o Somalia - y la realidad entretanto se desvanece y debilita con cada suspiro. Aún peor, quizá lo hermoso es realmente una figura mitológica, un invento de uno y cualquier ser humano ocioso, un Quijote en tiempos pioneros- incivilizados- donde la rebeldía era símbolo de estupidez y la inercia, un triunfo para muchos.

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