Debería estar terrible y profundamente confundida, terrible y profundamente adolorida, terrible y profundamente enamorada. Pero lo único que hacía era - poco terrible y poco profundamente - desabrigarse, para que el frío le atravesara el cuerpo y pudiera sentir algo más que vacío.
Despertó sin apuro, despertó como rugiendo, tanta barbarie sucediendo dentro y fuera todo estaba prohibido. Al primer sonido del tambor recordó lo que era estar viva, porque el cuerpo se había dado cuenta de que le estaban dando permiso para explotar. Siempre le decía, calmate, ordenate, siempre le pedia a los rugidos que se esperasen. Que aguantaran. Y el cuerpo respondia, cadavérico, acostumbrado al ritmo mecánico de la cotidianidad. Pero ahora sonaba el tambor. Sonaba y entonces se soltaba para no seguir ahogándose, y el diluvio que era su ovalado cuerpo se tensaba y se liberaba dejando escapar resoplidos de placer. Para eso estaba hecho, para eso estaba su cuerpo...no para respirar y envejecer sin ser usado, no para fruncir el ceño y arrugarse absorbiendo letras. No. Su cuerpo estaba hecho para bailar. Me gustaría haber escrito todo. Me gustaría tener el recuerdo agridulce de esos días, inmortalizado, para poder volver a sentir un poquito como lo hacía en esa época. Recuperar la i...
un guatero con uñas, la solución a los dos problemas, el amoroso y el térmico
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