Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Venía cubierta con una máscara, un velo dorado de heroísmo, donde la figura de Jesús aparecía como el ícono que lideraría el camino hacia la admiración, el respeto y de paso a la purificación de un alma contaminada. La “pobreza” era un cuadro lejano pero prometedor,
Luego se dio cuenta, de que además de eso, había que ir a saludarla para llenar el vacío interno, para darle algún sentido a la verborrea inútil de esa clase, la clase de los malls y los 4x4. Y la “pobreza” se convirtió en amor. En la clase alta realmente existía el vacío, y era profundo, envolvente, determinante. Entonces, la revelación de la otra pobreza. La pobreza del alma. La pobreza del desconocimiento. La pobreza del plástico vendido como primavera, del juego solitario por el miedo a contagiarse del otro, la pobreza de no saber agarrar una micro y no atreverse a hacerlo. La pobreza de recorrer, cada día, el mismo camino pavimentado, inerte, sin vida.
La “educación” es aislamiento. Es protección. Es un proyecto único e irrefutable de vida que guiará al “alumno” hacia la prometida luz a medida que va creciendo. “Educación” para no caer en la “pobreza”, aun cuando dice ser educación que ama la pobreza.
Se siente extraña. Algo le falta. Es pobre y lo sabe.
Un día, llega la verdadera educación. Toma un libro de filosofía y se pregunta como será preguntárselo todo. Saber más, y mejor. Y como respuesta, llegan volando atardeceres de sabiduría; se aleja de la cota mil y re-conoce la vida.
Empieza como un susurro, nuevos amigos, nueva realidad, nuevo saber. La pobreza ya no es obligación, no es el deber, la pobreza es un existir distinto y, como se prometió conocer, quiso conocerla. Pero ya no tenía la urgencia. Dejó la heroína para las películas de acción, y se concentró en vivir la vida. La otra vida.
Entra a la universidad. La “educación” radicalmente distinta. Escuchaba a todos decir que era la universidad de elite, que era una burbuja más dentro de un sistema de apartheid. Educación universitaria como colegio particular-subvencionado. Pero, he ahí la clave. Para alguien que no baja de plaza Italia, lo particular subvencionado es un mito no comprobado. La universidad de chile, comparada con un colegio donde los jumpers se miden con regla, donde la vida se acaba en la comuna aledaña, donde el sexo y las drogas suceden a puertas cerradas sin que nadie lo hable, donde no se comenzaba el día sin la persignación correspondiente; comparada con ese colegio-cárcel, la universidad de chile era radical. Revolucionaria.
La “pobreza” desaparece un tiempo. Se disfraza de libros, se encierra entre letras que hablan de pueblo y guerrilla, y alimenta la imaginación de quién poco ha conocido la otra cara de la vida.
Abandona accidentalmente Grecia con Macul, y se encuentra con una realidad paralela. Escucha palabras como <
Se acostumbra a oír la palabra pobreza. Aprende que uno debe reconocerse, concientizarse, asumir que la clase media es una dimensión desconocida, de la cual solo sabemos que es mucho menos radical. Acá la pobreza es un orgullo, no es pobreza. Es la riqueza mal distribuida por los tiburones de la economía. Es saqueo.
Descubre, además, que la “pobreza” no es linda. No es fácil. No es parte de un sueño imaginado, es tan real como la feroz lluvia del invierno, como la falta de un yogurt, como la pelea inacabable. La “pobreza” se vuelve cotidianidad, es la nueva riqueza, es el día a día sudoroso y agotador de la lucha. Y ella descubriendo todo, acompañada de una cada día más pesada mochila de ideales.
No sabe nada. No puede cocinar, cuidar niños, dirigir un hogar, construir. No puede armar una cañería. Se sabe pobre, pero sobre todo se sabe con ganas de dejar de serlo. Empieza la circulación de saberes.
La vida se acomoda, se agiliza el intercambio de experiencias. La universidad, la “educación” versus la educación política. Y la educación en la “pobreza”. Todo es conflicto. Quiere saberlo todo, pero los libros no logran explicar la contradicción que se produce en ella. La contradicción de la realidad.
Aprovecha. La verdadera educación como saberes fluyendo desde los distintos espacios, como puente entre 3 realidades radicalmente diferentes. Conviven en ella la riqueza de la experiencia y la sabiduría del conocimiento.
Cada día se siento menos pobre.
Convive también con la locura. La locura de un mundo fragmentado, incomunicado, irreconocible. La locura de clases sin conciencia, o más bien, la increíble cordura de una clase blindada. Esa clase que no está dispuesta a abandonar nada, convencida de tenerlo todo, incapaz de enloquecerse, por un ratito, para ver la pobreza que los invade. La locura, el mundo patas arriba; los pobres son ricos sin saberlo, y los ricos son pobres sin tener idea.
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