Ensayo sobre la ceguera.
"Nadie consagrado a pensar sobre la historia y la política puede permanecer ignorante del enorme papel la violencia ha desempeñado siempre en los asuntos humanos". Hanna Arendt.
Como digo en la descripción de este blog, para mí la mayoría de las novelas son un viaje. Al terminar de leerlas siento como si hubiese recorrido un largo camino.
A vuelo de pájaro, recuerdo los mejores viajes literarios que he tenido. Viajes románticos como la historia de amor de Vera y Enrique en "La consagración de la primavera", viajes "existenciales" como "Los hermanos Karamazov", o "La montaña Mágica", y viajes fantásticos como "Guerra del fin del mundo".
Cuando terminé de leer "Ensayo sobre la ceguera", de José Saramago, lo primero que le dije espontáneamente al CORPUS fue: ¡Qué viaje!. Sentí como si hubiera vuelto de una larga travesía hacia las profundidades de la historia, en un recorrido nauseoso y angustiante cargado de incertidumbres.
Lo primero que recuerdo es el impacto de haberme quedado ciega. En un juego inicial el narrador omnisciente te presta sus ojos y te convierte en espectadora privilegiada del momento en que el primer personaje pierde la vista. A través de este ejercicio literario Saramago logra atrapate porque no quieres detenerte hasta saber qué sucederá con ese primer ciego. Y es que el tema no es la ceguera en sí, sino el impacto de tener que enfrentarse sorpresivamente a la pérdida de la salud, de la omnipotencia asociada al ideal de perfección humana. Esa angustia es la que te mantiene atrapada.
Y lo que sucede es una serie de sucesos trágicos, de cegueras repentinas que se transforman en una pandemia. Parece una maldición que conecta un caso con otro, en que los personaje van perdiendo la vista sin nada que los ayude a protegerse.
Una vez superada la experiencia individual de esta invalidez repentina, la novela transita hacia lo colectivo. Si al comienzo la historia trata del primer, del segundo, o del tercer ciego, después esas individualidades evolucionan hacia una vivencia de carácter social que no se compone de la suma de ellas si no que se constituye como una experiencia distinta. La ceguera que se expande como lepra es la esencia de un escenario de ficción que busca recrear la sociedad moderna, occidental, y la clave de lectura es la evolución de los personajes y el ejercicio que hacen de de adaptarse a la pérdida de la visión como forma de supervivencia,
En el momento en que la trama transita de lo individual hacia lo social, para mí nació una primera pregunta trascendental. ¿Esto es el ser humano? ¿Realmente somos capaces de crear, y a la vez soportar, este tipo de experiencias?
Vamos descubriendo en el caos de la ceguera la desintegración de la sociedad moderna, "republicana", y junto con ello las expresiones más miserables de humanidad. Así, para mí, ensayando sobre la ceguera Saramago ensaya sobre todas las vivencias límite de la historia (guerras, holocausto, esclavitud) y busca mostrarnos que lo que cotidianamente solo intuimos a través de fisuras. Este ser miserable, cruel, egoísta, es el ser humano. No son extraterrestres, ni tiranos de otra especie los que participaron de torturas masivas, o de una masacre hipotética producto de una ceguera colectiva, son seres humanos como todos/as. El mal existe y basta solo que se den las condiciones necesarias para que éste se despliegue con toda voracidad.
En ese momento para mí viene la segunda pregunta, la más interesante para los que amamos el humanismo, la política, la colectividad. ¿Cuáles son esas condiciones? ¿Cuáles son las condiciones necesarias para que la sociedad permita esos estados de crueldad y explotación? O a la inversa, ¿Cuáles son las condiciones para que sea lo que aspiramos, un lugar donde se experimente solidaridad, respeto, fraternidad? Si en un libro sobre ciegos, la organización espontánea que se va dando permite las más diversas y extremas expresiones de humanidad, ¿cuál es la forma de preservar ciertos valores democráticos, a pesar de los diferentes contextos?
Después de un siglo de guerras, de masacres masivas, después del siglo más sangriento de la humanidad, el debate político sobre cuál es la "verdadera esencia" del ser humano no tiene sentido. Lo que debemos hacer es preguntarnos, qué hacer como sociedad para generar las mejores condiciones sociales que protejan lo que queremos proteger. Si ya no nos sorprende la tortura, la miseria de un ser humano sometiendo a otro, o si nos aterra pero sabemos que aquello no puede ser erradicado de quienes somos (no porque sea parte de nuestra esencia, eso no nos importa, sino porque la historia lo ha demostrado) estamos obligados entonces a cuestionarnos sobre las condiciones materiales, ideológicas y sociales que impidan que aquello ocurra.
¿Y que encontré en la novela como respuesta a esta pregunta? Dos reflexiones.
La primera tiene que ver con una escena crucial, en la que entremedio del caos, de la falta de gobierno en que se encuentran los/as ciegos/as, aparece el orden. Este orden no lo da la autogestión, ni el consenso colectivo (que de hecho algunos ingenuos intentan como método de organización), sino las armas. El grupo que tiene las armas, gobierna. El grupo que tiene las armas, organiza. Así magistralmente Saramago introduce uno de los principios que fundamentan el Estado de derecho: el Estado será quien tenga el monopolio y control de las armas en la sociedad. El grupo que ostenta un grado de poder - dado no por una investidura simbólica, sino por el control real de los cuerpos ajenos- gobierna la colectividad.
En el caso de la novela, quienes tienen las armas utilizan su poder para su propio beneficio, generando un tipo de organización tiránica y cruel. Pero, ¿qué hubiese pasado si ese poder se hubiese usado de otra forma? ¿Es posible administrar las armas de forma constructiva, aunque no sea derecho cedido voluntariamente por el resto de los sujetos/as? ¿Puede ayudarnos esa cuota de poder a asegurar mejores condiciones sociales para la democracia?
La segunda reflexión tiene que ver con el potencial que puede tener un personaje constructivo en la generación de condiciones sociales favorables para el desarrollo de la colectividad. En la novela hay un personaje, una mujer - y el género no es un detalle pues el hecho de que sea mujer sugiere que sus características personales constructivas están fuertemente dadas por la posición subjetiva que ocupa en la sociedad, que le permiten volcarse hacia los demás - que posee un privilegio que le otorga una cuota de poder por sobre el colectivo. La diferencia con sus compañeros poseedores de las armas, es que ella utiliza esa cuota de poder no solo en beneficio de sí misma, sino buscando el bienestar de la comunidad. Si bien no alcanza a contrarrestar la influencia del grupo armado, se vuelve un adversario político de suficiente relevancia para transformar la realidad. Gracias a ella podemos ser testigos ya no solo de la miseria, sino también de la solidaridad. No se trata de que sea "mejor persona", sino que decide poner sus privilegios al servicio de la mayoría. Lo que conlleva un cierto grado de sufrimiento individual, pero que tiene su recompensa en el vínculo genuino que establece con el resto de los ciegos/as.
Siendo sujeta activa políticamente, disfruté profundamente esta lectura. Largo tiempo he pasado lamentándome por la falta de solidaridad, transparencia, o buenas intenciones en la política, atormentada por la "falta" (o exceso?) de humanidad en las instituciones que se dedican al servicio público. Y hoy mi reflexión es la siguiente: La estrategia es crucial. No porque disfrutemos del cálculo político o de la conspiración, sino porque medir las condiciones sociales y materiales reales (quién posee las armas, quién tiene los privilegios, quién tiene buenas intenciones quién no, etc.) es lo único que nos permitirá salir de la ingenuidad y cambiar realmente el curso de la historia. Es lo que nos permite construir la humanidad que queremos, y no dejarla a merced de la distribución espontánea de poder, en la que muchas veces descansa el desarrollo de nuestra sociedad.
Y lo que sucede es una serie de sucesos trágicos, de cegueras repentinas que se transforman en una pandemia. Parece una maldición que conecta un caso con otro, en que los personaje van perdiendo la vista sin nada que los ayude a protegerse.
Una vez superada la experiencia individual de esta invalidez repentina, la novela transita hacia lo colectivo. Si al comienzo la historia trata del primer, del segundo, o del tercer ciego, después esas individualidades evolucionan hacia una vivencia de carácter social que no se compone de la suma de ellas si no que se constituye como una experiencia distinta. La ceguera que se expande como lepra es la esencia de un escenario de ficción que busca recrear la sociedad moderna, occidental, y la clave de lectura es la evolución de los personajes y el ejercicio que hacen de de adaptarse a la pérdida de la visión como forma de supervivencia,
En el momento en que la trama transita de lo individual hacia lo social, para mí nació una primera pregunta trascendental. ¿Esto es el ser humano? ¿Realmente somos capaces de crear, y a la vez soportar, este tipo de experiencias?
Vamos descubriendo en el caos de la ceguera la desintegración de la sociedad moderna, "republicana", y junto con ello las expresiones más miserables de humanidad. Así, para mí, ensayando sobre la ceguera Saramago ensaya sobre todas las vivencias límite de la historia (guerras, holocausto, esclavitud) y busca mostrarnos que lo que cotidianamente solo intuimos a través de fisuras. Este ser miserable, cruel, egoísta, es el ser humano. No son extraterrestres, ni tiranos de otra especie los que participaron de torturas masivas, o de una masacre hipotética producto de una ceguera colectiva, son seres humanos como todos/as. El mal existe y basta solo que se den las condiciones necesarias para que éste se despliegue con toda voracidad.
En ese momento para mí viene la segunda pregunta, la más interesante para los que amamos el humanismo, la política, la colectividad. ¿Cuáles son esas condiciones? ¿Cuáles son las condiciones necesarias para que la sociedad permita esos estados de crueldad y explotación? O a la inversa, ¿Cuáles son las condiciones para que sea lo que aspiramos, un lugar donde se experimente solidaridad, respeto, fraternidad? Si en un libro sobre ciegos, la organización espontánea que se va dando permite las más diversas y extremas expresiones de humanidad, ¿cuál es la forma de preservar ciertos valores democráticos, a pesar de los diferentes contextos?
Después de un siglo de guerras, de masacres masivas, después del siglo más sangriento de la humanidad, el debate político sobre cuál es la "verdadera esencia" del ser humano no tiene sentido. Lo que debemos hacer es preguntarnos, qué hacer como sociedad para generar las mejores condiciones sociales que protejan lo que queremos proteger. Si ya no nos sorprende la tortura, la miseria de un ser humano sometiendo a otro, o si nos aterra pero sabemos que aquello no puede ser erradicado de quienes somos (no porque sea parte de nuestra esencia, eso no nos importa, sino porque la historia lo ha demostrado) estamos obligados entonces a cuestionarnos sobre las condiciones materiales, ideológicas y sociales que impidan que aquello ocurra.
¿Y que encontré en la novela como respuesta a esta pregunta? Dos reflexiones.
La primera tiene que ver con una escena crucial, en la que entremedio del caos, de la falta de gobierno en que se encuentran los/as ciegos/as, aparece el orden. Este orden no lo da la autogestión, ni el consenso colectivo (que de hecho algunos ingenuos intentan como método de organización), sino las armas. El grupo que tiene las armas, gobierna. El grupo que tiene las armas, organiza. Así magistralmente Saramago introduce uno de los principios que fundamentan el Estado de derecho: el Estado será quien tenga el monopolio y control de las armas en la sociedad. El grupo que ostenta un grado de poder - dado no por una investidura simbólica, sino por el control real de los cuerpos ajenos- gobierna la colectividad.
En el caso de la novela, quienes tienen las armas utilizan su poder para su propio beneficio, generando un tipo de organización tiránica y cruel. Pero, ¿qué hubiese pasado si ese poder se hubiese usado de otra forma? ¿Es posible administrar las armas de forma constructiva, aunque no sea derecho cedido voluntariamente por el resto de los sujetos/as? ¿Puede ayudarnos esa cuota de poder a asegurar mejores condiciones sociales para la democracia?
La segunda reflexión tiene que ver con el potencial que puede tener un personaje constructivo en la generación de condiciones sociales favorables para el desarrollo de la colectividad. En la novela hay un personaje, una mujer - y el género no es un detalle pues el hecho de que sea mujer sugiere que sus características personales constructivas están fuertemente dadas por la posición subjetiva que ocupa en la sociedad, que le permiten volcarse hacia los demás - que posee un privilegio que le otorga una cuota de poder por sobre el colectivo. La diferencia con sus compañeros poseedores de las armas, es que ella utiliza esa cuota de poder no solo en beneficio de sí misma, sino buscando el bienestar de la comunidad. Si bien no alcanza a contrarrestar la influencia del grupo armado, se vuelve un adversario político de suficiente relevancia para transformar la realidad. Gracias a ella podemos ser testigos ya no solo de la miseria, sino también de la solidaridad. No se trata de que sea "mejor persona", sino que decide poner sus privilegios al servicio de la mayoría. Lo que conlleva un cierto grado de sufrimiento individual, pero que tiene su recompensa en el vínculo genuino que establece con el resto de los ciegos/as.
Siendo sujeta activa políticamente, disfruté profundamente esta lectura. Largo tiempo he pasado lamentándome por la falta de solidaridad, transparencia, o buenas intenciones en la política, atormentada por la "falta" (o exceso?) de humanidad en las instituciones que se dedican al servicio público. Y hoy mi reflexión es la siguiente: La estrategia es crucial. No porque disfrutemos del cálculo político o de la conspiración, sino porque medir las condiciones sociales y materiales reales (quién posee las armas, quién tiene los privilegios, quién tiene buenas intenciones quién no, etc.) es lo único que nos permitirá salir de la ingenuidad y cambiar realmente el curso de la historia. Es lo que nos permite construir la humanidad que queremos, y no dejarla a merced de la distribución espontánea de poder, en la que muchas veces descansa el desarrollo de nuestra sociedad.
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