Tengo miedo torero.
Tengo miedo torero
De que el borde de la tarde,
el temido grito flote,
Pero cuando torero
Jugueteas con la muerte
yo me olvido de mi miedo”
Es tan cliché que un torero te pueda parecer sexy (como la canción de Chayanne). Pero bueno, todo en La Loca del frente es cliché. La decoración de su casa, su bata nipona, sus manteles bordados, el hecho que se enamore de un guerrillero. Y es cliché que, inevitablemente, uno se enamore de ella.
Lemebel crea un retrato folclórico de esta mujer que se describe a sí misma como “La loca del frente” y que se adjudica neologismos como “mariflor” “maricoipa” para expresar su identidad prestada de mujer-hombre. Es un alma solitaria que pasa las tardes soñando con un amor imposible, aislada del mundo. No es que odie la sociedad, pareciera que la sociedad la odia a ella. Mujer transgénero, pobre. Marginal. Las pocas horas de placer que ha tenido, las encuentra en callejones oscuros comprando miseria a otros hombres que viven su sexualidad tan solos como ella. Sin amor.
Y por ella misma nos enteramos que se enamora de Carlos, un militante del FPMR. La loca se encuentra en la etapa de la vida en que la belleza es un recuerdo, con sus arrugas en el rostro y la historia de sufrimiento con la que carga. Y se enamora de este joven estudiante que al parecer nada tiene de homosexual. Con su fuerza varonil y seductora, es un retrato del torero intrépido de la canción.
Su historia es una relación de poder más que de amor, pero a mi gusto esta relación de conveniencia eventualmente se convierte en un vínculo real. Ella sabe leer bien las motivaciones humanas, no es tan ingenua como parece, y sabe que este joven se acerca porque ve su necesidad desesperada de afecto. Y lo narra con una sinceridad que te deja pasmada, embobada. Es una mujer salvaje, herida, brutalmente transparente. Pero es imposible no amarla.
Disfruté esta novela por tantas cosas. Una de ellas, fue porque logré identificarme con la protagonista, a pesar de ser tan distinta a mí. Una mujer transgénero de los años 80, en plena dictadura militar, pobre y marginada. Yo, en cambio, una mujer de los años 2000, de clase alta, blanca y heterosexual. ¿Cómo, entonces?
Esa mujer que crea Lemebel, la mujer interior que no se quiere, que sufre; es una mujer que reconozco. Es una mujer que busca en la fantasía una salida a sus problemas, y es parte de la subjetividad de la mayoría de nosotras. Él, homosexual y transexual, lo conoció con mucha más crudeza y miseria por las condiciones estructurales que atravesaron su vida.
Pero el gran, gran acierto para mí de la novela, no es sólo el retrato fiel que hace de esta realidad interior, sino que la crítica social y política que intencionadamente despliega. Después de todo, Lemebel fue conscientemente, un sujeto político. Y cuando La Loca del Frente se explaya hablando sobre sus emociones, cuando describe con ojos de lince su realidad cotidiana, se vuelve sujeto para el/la lector/a. Se vuelve ser humano.
Para mí hay dos formas muy bellas de representar esto. La primera es a través de la descripción detallada de las emociones y sensaciones, que te hace entrar en la piel de La Loca. Cuando describe los perfumes, como se activan sus sentidos cuando llega Carlos, cada vez que se mira al espejo y hace un análisis concienzudo de todos sus rasgos es imposible no leerse en ella.
La segunda es cuando se opone activamente a la humillación. Hay un momento en que por circunstancias económicas debe cruzar Santiago para entregar un encargo a la esposa de un general. Después de que la dejen esperando sin explicaciones, se retira intempestivamente de la casa porque la tratan de forma indigna. Toma aire, coraje, y se busca a sí misma dándose cuenta de que no quiere estar ahí. Me respeto, así que me respetas, es lo que parece salir de su boca.
Corajuda, enfrenta también a la rígida amiga de Carlos que parece despreciarla. Es parte de la crítica de Lemebel a la izquierda; mujeres que niegan su feminidad para ser respetadas y hombres que no respetan más que hombres.
Con todo esto, para mí lo que está diciendo es: aquí estamos. Aunque se nos esconda, niegue, aunque busquen rechazar la diversidad hasta la muerte, aquí estamos. Nos pueden matar, nos pueden negar, nos pueden olvidar, pero los sentimientos de un ser humano son ineludibles y tarde o temprano alcanzarán la superficie, y en ese momento ningún dictador/a puede hacerme sentir un animal. Esto es un maricón. Tenemos huesos, carne, un corazón que late igual que el tuyo. Y aunque quieras despreciarme, humillarme, no cambiaré... No me harás menos humano.
Comentarios
Publicar un comentario